viernes, 25 de septiembre de 2015

Serie:" La Gran Tradición Hiperbórea" - EL ASIA, AGARTHA Y EL VRIL

Ignacio Ondargáin
NACIONALSOCIALISMO. Historia y Mitos
CAPÍTULO IV
(Texto revisado en diciembre de 2006)


LA GRAN TRADICIÓN  HIPERBÓREA

3- El Asia. Agartha y el Vril

En el corazón del Asia, hallamos las montañas más altas del mundo y una inmensa meseta, el Tíbet, situada a una media de más de cuatro mil metros de altitud sobre el nivel del mar. La guerra mágica que movió los hilos de la historia hizo que las relaciones entre la Alemania nacionalsocialista y el Tíbet fueran más allá de la mera rutina diplomática. Durante el Tercer Reich, Alemania mantuvo en el Tíbet diversos delegados y observadores y la celebrada expedición SS de 1938-1939 realizó multitud de estudios sobre las más diversas cuestiones. Himmler trataba de verificar la hipótesis de que tras el hundimiento de la Atlántida, el Tíbet fue habitado por atlantes blancos y que en ese lugar del mundo aún es guardado el conocimiento de los antiguos y las entradas a su “reino subterráneo”.

En el Tíbet se conserva el mito ario que habla de reinos ocultos, pero principalmente subterráneos, conocidos como Agartha o Shambhala. Como hemos visto anteriormente, Belicena Villca señala que Agartha es el Reino Oculto de los Dioses Liberadores mientras que afirma que Shambhala es el Reino de los Dioses Traidores y de la Fraternidad Blanca, afecta a los planes de Jehová.

Existen otras tradiciones o interpretaciones que afirman que Shambhala sería la capital del Reino de Agartha de la misma manera que Thule es la capital de Hiperbórea.

Sir Edward Bulwer-Lytton, diplomático y miembro de la elitista Golden Dawn, escribió en 1871 una novela titulada “La raza futura”. En esta se narra la aventura de un pueblo superior (los Vril-ya) que emerge del reino subterráneo, en el cual se había exiliado tras un cataclismo en la superficie exterior de la tierra, y que dispone de una energía cósmica denominada vril. En dicha novela también se menciona la guerra entre razas y se considera a los habitantes de ese mundo subterráneo como descendientes de los arios originales. Según esta tradición viva en diversas partes del Asia, este pueblo vive en el interior de la tierra y es superior en todos los niveles, tanto en el desarrollo personal como en el desarrollo y los logros materiales, a los hombres de la superficie de la tierra. Además, se identifica con propósitos benéficos y estaría regido por el “Rey del mundo”, siendo depositario de legendarias civilizaciones desaparecidas, como Lemuria y la Atlántida. René Guenón, en su libro ”El rey del mundo”, examinó las diversas tradiciones religiosas que confirman esta idea, según la cual las culturas posteriores se nutren de un origen ario. Por otra parte, para algunos ocultistas, la esvástica es el gran símbolo del reino subterráneo, que sería recogido por las tradiciones iniciáticas orientales y occidentales; sobre todo, por el budismo y el hermetismo. En esta interpretación, dicho símbolo recrea la rotación del Universo en torno a un centro fijo generador del movimiento.

En esta misma línea en la que también se inscribe la célebre Mme. Blavatsky, se sitúan otros ideólogos que mostraron gran interés por Agartha y que despertaron el interés del nazismo. Durante el III Reich se enviaron diversas expediciones al Tíbet en busca de dicho reino subterráneo. Aún hoy continúa ejerciendo un gran poder de fascinación el documental “El secreto del Tíbet”, fruto de una expedición nazi al Tíbet, que sigue siendo un indiscutible testimonio de unos años en que el Tíbet era un lugar ignoto para el resto del mundo.

El propósito original de estas expediciones fue muy similar al que motivó la prevista expedición de Tiahuanaco, y se basaba en la creencia según la cual las montañas más altas del mundo podrían haber sido el refugio de una raza aria primigenia proveniente de la Atlántida tras el diluvio. Según el mito de Agartha los arios primigenios habrían creado reinos subterráneos en los que seguirían conservando los secretos antiguos. Esta idea vino avalada por el ingeniero Ferdynand Ossendowski, quien, en su libro “Bestias, hombres, dioses” (1920-1921), describe cómo en su huída de los bolcheviques a través de Asia central, tuvo noticia del reino subterráneo de Agarthi, lugar en que se habrían refugiado los supervivientes de grandes continentes hundidos y que sería la sede de un Señor del Mundo. Edmund Kiss se encargaría de vincular el mito de Agarthi o Agartha con la cosmogonía glacial de Hörbiger quien ya apuntaba a una relación entre la Atlántida y el techo del mundo (Tíbet).

La expedición alemana logró crear una actitud positiva respecto a Alemania por parte de los tibetanos. Bajo el lema del “Encuentro de la esvástica occidental con la oriental” lograron establecerse contactos políticos de alto nivel con el gobierno tibetano que se manifestaron, entre otros, en la declaración oficial de amistad que Qutuqtu de Rva-sgren, el regente tibetano, puso por escrito a la atención del “notable señor Hitler, rey de los alemanes, que ha conseguido hacerse con el poder sobre el ancho mundo”. También en el documental se ve una larga cola de tibetanos que acuden a ofrecer regalos a “los primeros alemanes que son recibidos aquí” (lo que no es del todo cierto, ya que Schäfer había participado anteriormente en dos expediciones al Tíbet realizadas por un equipo germano-estadounidense).

Nimrod del Rosario relata la conspiración urdida por Schäfer en su expedición al Tíbet sirviendo a los intereses de Shambhala. Su  expedición al Tíbet regresó con el Kangschur, un conjunto de sagradas escrituras tibetanas en 108 volúmenes. Además sus jefes, recibieron el ritual del Tantra Kalachakra. Dicho ritual es la “iniciación suprema” del budismo tibetano, pero, paradójicamente, puede ser administrada a profanos a precio de 120 $ (año 2001 en Barcelona por el Dalai Lama). Esta iniciación vincula a Shambhala en el momento de la lucha final entre las fuerzas del bien y del mal.

Entre los nacionalsocialistas que se aventuraron por las altas regiones del Himalaya y el Tíbet, encontramos en lugar preferente a Heinrich Harrer, quien narra sus aventuras en su libro “Siete años en Tíbet”. Harrer es detenido el 1 de septiembre de 1939 en la India, justo al empezar la guerra y finalmente, tras varios intentos, consigue fugarse del campo de concentración donde estaba detenido por los ingleses alcanzando el Tíbet el 17 de mayo de 1944. Gracias a los delegados alemanes que permanecían en Lasha, Harrer pudo establecer contacto con las autoridades tibetanas, llegando a convertirse finalmente en instructor y hombre de confianza del Dalai Lama.

Harrer estaba incorporado a la “Orden Negra” (la SS) desde 1938 y era miembro de los “wandervogel” o “pájaros errantes”. Este era un movimiento juvenil que predicaba el retorno a la naturaleza y un estilo de vida alejado de la dinámica urbana, y muchos de sus miembros eran montañeros y escaladores. Cuando los ingleses le detienen en la India, Harrer estaba junto a otros camaradas en una espedición para alcanzar la cumbre del Nanga Parvat (que en el idioma local quiere decir “Nuestra Montaña”), un “ocho mil” del Himalaya, de 8126 metros de altitud, en el actual estado de Pakistán. Un año antes, en 1938, cuando ya era un SS, Harrer y otros tres escaladores del mismo cuerpo, ascendieron por primera vez la cumbre del Eiger (Suiza) por la cara norte. La aventura se considera aún hoy en día una azaña del alpinismo. Durante los tres días que duró la ascensión Hitler estuvo informado de los progresos de la expedición y, tras su brillante resultado, quiso conocer a los protagonistas. Cuentan las crónicas que el Führer les recibió emocionado y les dijo: “Camaradas ¿qué habéis hecho?”, el propio Harrer contestó: “hemos escalado la cumbre del Eiger para llegar a nuestro Führer”.

Aunque nunca se haya declarado oficialmente, se ha citado documentos desclasificados tras la guerra según los cuales en el búnker de Berlín se hallaron varios cuerpos de guerreros con rasgos asiáticos, lo que vendría a demostrar que la relación con el Asia tuvo gran importancia para el III Reich.

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