Ignacio Ondargáin
NACIONAL SOCIALISMO. Historia y mitos.
CAPÍTULO XI
(Texto revisado en diciembre de 2006)
DE LOS HIPERBÓREOS AL NAZISMO
10- De Alemania a la Antártida
En 1938 y bajo el mando del capitán Alfred Ritscher, el Tercer Reich envió una importante expedición a la Antártida. Su objetivo era realizar una precisa cartografía aérea, obtenida por fotogrametría, que cubría la mayor parte del continente. Era la primera vez que se hacía un mapa tan exacto, y Alemania acabó adjudicándose un territorio relativamente libre de hielos al que llamaron Nueva Suabia. Diversos investigadores se han referido a que en esta expedición los alemanes hallaron en las regiones libres de hielos, oasis templados, así como las entradas a la tierra interior.
A finales de la guerra los alemanes habrían desarrollado un submarino excepcional, construido de forma modular por medio de una especie de rodajas ensambladas. Era el U-21, que sumergido alcanzaba mayor velocidad que en superficie, y gracias a su Snorkel-Walter, podía navegar en inmersión tanto tiempo como fuera necesario. Su tecnología era tan avanzada que los americanos no pudieron alcanzarla hasta los años sesenta con sus submarinos nucleares. En Kiel se construyeron 120 unidades de este modelo, de los cuales sólo tuvieron oportunidad de entrar en combate 10. Otros diez no llegaron a botarse. Nadie sabe dónde fue a parar el centenar restante, que aparentemente desapareció sin que ningún buque o avión aliado apareciera como autor del hundimiento. La existencia real de estos submarinos fue algo exhaustivamente comprobado por las autoridades aliadas a través de la documentación de los registros del material de construcción y por ciertas piezas auxiliares. Uno de esos sumergibles, que había sido hundido por su propia tripulación fue recuperado por la armada alemana, pudiendo ser actualmente admirado como pieza de museo en Kiel.
Algunos creen que estos submarinos desaparecidos sirvieron para transportar personal y material a una base secreta de la Antártida, donde los alemanes habrían construido un “refugio inexpugnable”. Karl Doenitz, quien, en enero de 1943, fue designado por Hitler para suceder a Raeder como gran almirante, ocupando además el puesto de Jefe de Estado Mayor de la Kriegsmarine, ese mismo año daría a conocer una sensacional novedad: “La flota submarina alemana está orgullosa de haber establecido un paraíso terrestre secreto, una fortaleza inexpugnable para el Führer en un lugar del mundo”. La existencia de esta base daría lugar en 1947, dos años después de concluida la Guerra, a una expedición de marcado carácter militar comandada por el almirante Richard Byrd (USA), con una flota integrada por un portaaviones, un crucero, varias fragatas de choque de ¡cuatro mil marines!. Número desproporcionado para una supuesta expedición geográfica. El almirante, que contaba con medios y tiempo ilimitados, y en un principio había planificado permanecer ocho meses allí, después de perder varios aviones, a las ocho semanas tuvo que abandonar apresuradamente la Antártida. ¿Qué ocurriría para que el almirante Byrd, una persona nada pusilánime y con probada experiencia en expediciones, abandonara su misión?.
También queremos mencionar la extraña historia de los submarinos alemanes U-530 y U-977 que se rindieron en Argentina. El 10 de julio de 1945, dos meses después del fin de la Guerra en Europa, se presenta de improviso en el Mar de Plata el U-530, al mando del teniente de navío Otto Vermouth. Esto llevó a muchos a la sospecha de que Hitler y otros dirigentes del Tercer Reich podían fácilmente haberse librado de la persecución de los aliados, por ejemplo, a bordo de cualquier submarino. Pero es que el 17 de agosto del mismo año, es decir, más de tres meses después del fin de la Guerra, y bajo las órdenes directas del capitán de corbeta Heinz Schaeffer, emergió el U-977. Muchos investigadores han llegado a la conclusión de que estos submarinos formaban parte de un muy especial convoy de unidades submarinas (todas ellas dotadas de un tubo respiradero, con un extremo que sobresale del agua durante la inmersión y es capaz de proporcionar a los motores térmicos el aire que necesitan) que se dirigía a la Antártida. En una situación similar a las dos anteriores, en el puerto de Talcahuano, situado junto a la ciudad de Concepción, en la VIII Región Sur de Chile, habrían llegado, por una emergencia, una flotilla de poderosos submarinos alemanes de escolta, medio extraviados en aguas del Pacífico, cuando se acercaba el fin de año de 1945. Las autoridades chilenas que tuvieron acceso a conocer este incidente, en este caso, al contrario que en el caso de Argentina, no lo comunicaron a los USA y el caso no llegó a ser conocido públicamente.
Desde la expedición del almirante Byrd ha transcurrido más de medio siglo y, aparentemente, el objetivo de aquella fuerza de invasión se ha olvidado, pero tal despliegue de medios hace sospechar algo importante. Actualmente, en las noticias diarias sólo se habla de la Antártida en relación con el agujero en la capa de ozono, y aunque se mantienen algunas estaciones de investigación en su zona costera, no se ha vuelto a hablar de expediciones al interior.
NACIONAL SOCIALISMO. Historia y mitos.
CAPÍTULO XI
(Texto revisado en diciembre de 2006)
DE LOS HIPERBÓREOS AL NAZISMO
10- De Alemania a la Antártida
En 1938 y bajo el mando del capitán Alfred Ritscher, el Tercer Reich envió una importante expedición a la Antártida. Su objetivo era realizar una precisa cartografía aérea, obtenida por fotogrametría, que cubría la mayor parte del continente. Era la primera vez que se hacía un mapa tan exacto, y Alemania acabó adjudicándose un territorio relativamente libre de hielos al que llamaron Nueva Suabia. Diversos investigadores se han referido a que en esta expedición los alemanes hallaron en las regiones libres de hielos, oasis templados, así como las entradas a la tierra interior.
A finales de la guerra los alemanes habrían desarrollado un submarino excepcional, construido de forma modular por medio de una especie de rodajas ensambladas. Era el U-21, que sumergido alcanzaba mayor velocidad que en superficie, y gracias a su Snorkel-Walter, podía navegar en inmersión tanto tiempo como fuera necesario. Su tecnología era tan avanzada que los americanos no pudieron alcanzarla hasta los años sesenta con sus submarinos nucleares. En Kiel se construyeron 120 unidades de este modelo, de los cuales sólo tuvieron oportunidad de entrar en combate 10. Otros diez no llegaron a botarse. Nadie sabe dónde fue a parar el centenar restante, que aparentemente desapareció sin que ningún buque o avión aliado apareciera como autor del hundimiento. La existencia real de estos submarinos fue algo exhaustivamente comprobado por las autoridades aliadas a través de la documentación de los registros del material de construcción y por ciertas piezas auxiliares. Uno de esos sumergibles, que había sido hundido por su propia tripulación fue recuperado por la armada alemana, pudiendo ser actualmente admirado como pieza de museo en Kiel.
Algunos creen que estos submarinos desaparecidos sirvieron para transportar personal y material a una base secreta de la Antártida, donde los alemanes habrían construido un “refugio inexpugnable”. Karl Doenitz, quien, en enero de 1943, fue designado por Hitler para suceder a Raeder como gran almirante, ocupando además el puesto de Jefe de Estado Mayor de la Kriegsmarine, ese mismo año daría a conocer una sensacional novedad: “La flota submarina alemana está orgullosa de haber establecido un paraíso terrestre secreto, una fortaleza inexpugnable para el Führer en un lugar del mundo”. La existencia de esta base daría lugar en 1947, dos años después de concluida la Guerra, a una expedición de marcado carácter militar comandada por el almirante Richard Byrd (USA), con una flota integrada por un portaaviones, un crucero, varias fragatas de choque de ¡cuatro mil marines!. Número desproporcionado para una supuesta expedición geográfica. El almirante, que contaba con medios y tiempo ilimitados, y en un principio había planificado permanecer ocho meses allí, después de perder varios aviones, a las ocho semanas tuvo que abandonar apresuradamente la Antártida. ¿Qué ocurriría para que el almirante Byrd, una persona nada pusilánime y con probada experiencia en expediciones, abandonara su misión?.
También queremos mencionar la extraña historia de los submarinos alemanes U-530 y U-977 que se rindieron en Argentina. El 10 de julio de 1945, dos meses después del fin de la Guerra en Europa, se presenta de improviso en el Mar de Plata el U-530, al mando del teniente de navío Otto Vermouth. Esto llevó a muchos a la sospecha de que Hitler y otros dirigentes del Tercer Reich podían fácilmente haberse librado de la persecución de los aliados, por ejemplo, a bordo de cualquier submarino. Pero es que el 17 de agosto del mismo año, es decir, más de tres meses después del fin de la Guerra, y bajo las órdenes directas del capitán de corbeta Heinz Schaeffer, emergió el U-977. Muchos investigadores han llegado a la conclusión de que estos submarinos formaban parte de un muy especial convoy de unidades submarinas (todas ellas dotadas de un tubo respiradero, con un extremo que sobresale del agua durante la inmersión y es capaz de proporcionar a los motores térmicos el aire que necesitan) que se dirigía a la Antártida. En una situación similar a las dos anteriores, en el puerto de Talcahuano, situado junto a la ciudad de Concepción, en la VIII Región Sur de Chile, habrían llegado, por una emergencia, una flotilla de poderosos submarinos alemanes de escolta, medio extraviados en aguas del Pacífico, cuando se acercaba el fin de año de 1945. Las autoridades chilenas que tuvieron acceso a conocer este incidente, en este caso, al contrario que en el caso de Argentina, no lo comunicaron a los USA y el caso no llegó a ser conocido públicamente.
Desde la expedición del almirante Byrd ha transcurrido más de medio siglo y, aparentemente, el objetivo de aquella fuerza de invasión se ha olvidado, pero tal despliegue de medios hace sospechar algo importante. Actualmente, en las noticias diarias sólo se habla de la Antártida en relación con el agujero en la capa de ozono, y aunque se mantienen algunas estaciones de investigación en su zona costera, no se ha vuelto a hablar de expediciones al interior.
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