viernes, 25 de septiembre de 2015

Serie: "De Los Hiperbóreos al Nazismo" - JOHN DEE, CIENTIFICO Y MAGO

Ignacio Ondargáin

NACIONAL SOCIALISMO. Historia y mitos.
CAPÍTULO XI
(Texto revisado en diciembre de 2006)


DE LOS HIPERBÓREOS AL NAZISMO

6- John Dee, científico y mago

El hombre de las orejas cortadas se sienta, como cada día, delante del cristal. A su lado, absorto en la contemplación de la superficie brillante, permanece John Dee, el señor de Mortlake. La cara de Edward Kelley, el hombre sin orejas, cambia, su mirada se torna vidriosa. Extrañas imágenes aparecen y se suceden sobre la faceta pulida de la misteriosa piedra. Dee comienza a tomar nota de lo que acontece en el interior del cristal. Sobre el paisaje de otro mundo empiezan a aparecer las figuras ¡y hablan!: “Cuídate de dudar, rechaza toda sospecha sobre nosotros, porque somos dioses que hemos reinado, reinamos y reinaremos para siempre...”. Los extraños seres van y vienen. El improvisado escriba describe las escenas en su diario: “Vinieron muchos y se posaron sobre la superficie convexa del globo transparente... Algunos son como hombres y mujeres, es decir, de frente parecen mujeres y de espaldas hombres. Los últimos siete danzan, lamen y besan...”. Todavía se conservan, en el Museo Británico, las páginas manuscritas de este diario. Su autor, uno de los científicos más completos de Occidente; pero también uno de los magos más célebres, John Dee.

John dee nace en Londres el 13 de julio de 1527, hijo de Johanna Wild y de Rowland Dee, un noble galés al servicio del rey inglés Enrique VIII. Sus disciplinas favoritas eran las artes y las ciencias, a las que consideraba una herramienta eficaz tanto para lograr el bienestar del hombre como para desentrañar los misterios últimos del Universo. Fue un gran estudioso de la magia y la alquimia. A lo largo de su vida realizó multitud de viajes, contribuyendo con su aportación al desarrollo de las ciencias navales, que impulsaron en gran medida la expansión marítima de Inglaterra. Su fama fue en aumento. Matemáticos, cartógrafos y marinos iban a consultarle y a estudiar con él; muchos nobles le pedían que se encargara de la educación de sus hijos e incluso fue invitado a dar conferencias sobre matemáticas en diferentes facultades de Oxford.

Al rededor de 1570, el doctor Dee se estableció en la casa que poseía su madre en la villa de Mortlake. Tuvo que hacer reformas en ella para dar cabida a sus múltiples colecciones de objetos científicos antiguos, recibir a los estudiantes que iban a consultarle y lograr espacio para su tremenda biblioteca, en cuyos volúmenes y manuscritos, algunos de ellos muy antiguos, gastó enormes cantidades de tiempo y dinero. En 1583, su catálogo comprendía 4000 títulos, una colección más amplia que cualquiera de las que existían en Inglaterra, incluidas las de las universidades, y que competía con las mejores de occidente. No faltaban, por supuesto, las obras de alquimia, que Dee estudió tanto en la teoría como en la práctica.

El 25 de mayo de 1581 se le apareció un ser sobrehumano, o al menos no humano, rodeado de luz. John Dee lo llamó ángel, para simplificar. Este ángel le entregó un espejo negro, que aún se conserva en el British Museum. Es un pedazo de antracita convexo extraordinariamente pulimentado que llamaría piedra de la visión. El ángel le dijo que mirando este cristal, vería otros mundos y podría establecer contacto con inteligencias distintas de la del hombre.

El 10 de marzo de 1582 conoció a un extraño de 30 años que decía llamarse Edward Talbot, aunque su verdadero apellido era Kelley. Parece claro que las únicas ambiciones de Kelley fueron la fama y la fortuna. Junto con Kelley, Dee viajó a Praga donde realizaron con éxito algunas experimentaciones alquímicas. Kelley, una personalidad polémica, fue acusado de matar a uno de los guardianes de Rodolfo II, siendo encerrado en el castillo de Zerner, de donde al intentar fugarse resultó herido. Murió en 1597, problablemente a causa de sus heridas.

Los experimentos de Dee con la magia ceremonial obtuvieron resultados insólitos en 1582. Según refleja en su diario, tuvo éxito en diferentes ceremonias de invocación angélica llevadas a cabo en su casa de Mortlake, especialmente en las realizadas mediante la piedra de la visión. Con objeto de entablar contacto con los ángeles, Dee se valió de diferentes mediums a los que inducía a mirar en la piedra cristal. Éstos indicaban lo que veían y el doctor apuntaba todo en su diario, así como las instrucciones recibidas de las entidades celestiales. Entre los mediums se hallaba su propio hijo, Arthur, pero fue Kelley, su socio en las labores de alquimia, quien resultó ser el sujeto perfecto para sus experimentos. El resultado de esta colaboración fue un sistema mágico original, un método sistemático para trabajar con las fuerzas y poderes fabulosos y una llave para forzar la entrada en otras dimensiones, mundos de extraños paisajes y habitantes en cuyas manos estaba la clave de otras realidades, incluida la nuestra. Dee había recibido de los ángeles sellos, sigilos, tablas mágicas y toda suerte de instrucciones para adentrarse en universos paralelos al nuestro. Las llamadas Tablas de Enoch, junto al famoso sello de Ameth, ambos sobre un altar, debían taparse con una tela de seda roja orlada de verde que cubriera completamente la mesa. Sobre la tela se colocaba la Piedra de la Visión, la bola de cristal, el espejo mágico... De esta forma, la visión se acrecentaba sobremanera. Las Tablas de Enoch, algunas de las cuales Dee colgaba sobre su cuello, protegían al oficiante de los espíritus malignos que pudieran ser atraídos por el ceremonial. Dee se servía también de un anillo depositado sobre su mesa, según decía, por el propio arcángel san Miguel. Así pertrechado y con la ayuda de Kelley, Dee consultaba a los ángeles, para descubrir los misterios del Universo y recibir instrucciones sobre sus actividades en el mundo material.

El núcleo del sistema mágico de Dee era un extraño lenguaje, recibido directamente de los ángeles, según él, mediante la piedra de la visión. Dee lo denominó “lenguaje enoquiano”, claves de Enoch, el profeta que “fue trasladado sin experimentar la muerte y no se le encontró jamás”.

Según Dee, las palabras del alfabeto enoquiano fueron dictadas letra a letra por un ángel que las iba señalando sobre un cuadro, de atrás hacia adelante, para evitar que el poder encerrado en ellas causara una catástrofe. Cada palabra sería un nombre, hasta entonces desconocido, de Dios o de sus ángeles. Las letras del lenguaje enoquiano se inscriben en cinco tabletas atribuidas a los cuatro elementos y al éter, la quintaesencia de la que emana todo. Estas tablillas enóquicas, dispuestas en un arreglo que escondería los poderosos nombres ocultos de Dios y de sus ángeles, sirvieron a Kelley para obtener lo que Dee llamó “visión del plano elemental del Universo o del cosmos enóquico”, el mundo de Enoquia, en cuyos límites estarían establecidas las cuatro atalayas de los elementos, un concepto que recuerda a los cuatro castillos de los vientos y los mundos elementales de la mitología celta, bien conocida por el mago inglés.

Dee aseguraba haber recibido treinta potentes invocaciones o éteres en enoquiano, con las que poder introducirse en ese extraño cosmos. Las entidades que lo habitan, según testimonio del propio Dee, también podían ser traídas a nuestro continuum espacio-tiempo y a menudo los ángeles salían del cristal para conversar con el doctor y su medium. En una ocasión, aseguraba Dee, una entidad se paseó por la habitación conversando con ellos en inglés, aunque con un extraño acento.

Dee afirmaba que la tierra no es exactamente redonda, o al menos, está compuesta de esferas superpuestas, alineadas a lo largo de otra dimensión. Entre estas esferas, habría puntos o más bien superficies de comunicación, y, de este modo, Groenlandia se extendería en el infinito sobre otras tierras diferentes a la nuestra. Por esto insistía Dee en varias instancias dirigidas a la reina Isabel, convenía que Inglaterra se apoderara de Groenlandia, para tener en sus manos la puerta de otros mundos.

Dee decía también que era posible construir máquinas totalmente automáticas que realicen el trabajo del hombre. “Esto -añadía en el año de 1585- ha sido ya realizado en otra parte...”

Desde que John Dee empezó a anunciar que publicaría sus conversaciones con los ángeles, fue acusado de magia negra y se llevó a cabo contra él una implacable persecución. En 1597, aprovechando su ausencia, unos desconocidos excitaron a la chusma, que asaltó su casa. Cuatro mil obras raras y cinco manuscritos desaparecieron definitivamente, y numerosas notas fueron quemadas. Después, a pesar de la protección de la reina de Inglaterra, prosiguió la persecución. Por último, el hombre destrozado, desacreditado, murió a los 81 años, en 1608, en Mortlake. Una vez más, la conspiración de los “hombres de negro” pareció haber triunfado.

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